Roxane Flores T.
Directora Desarrollo de Capital Humano y Asuntos Regulatorios de AFIPA
La Agricultura Familiar Campesina (AFC) agrupa a más del 80% de los agricultores en Chile, desempeñando un papel vital en la producción agrícola, la economía y la seguridad alimentaria del país. Este sector, que sostiene a comunidades rurales enteras, enfrenta desafíos crecientes como la variabilidad climática y la presión de plagas que amenazan la productividad de los cultivos. En este contexto, el Manejo Integrado de Plagas (MIP) se ha consolidado como una herramienta esencial, ofreciendo soluciones sostenibles, eficientes y con menor dependencia de productos fitosanitarios para proteger los cultivos.
El MIP combina diversas herramientas culturales, biológicas y químicas, apoyándose en un conocimiento profundo del ecosistema y en la observación constante. Su objetivo es mantener las poblaciones de plagas en niveles que no causen daños significativos, minimizando así los impactos económicos y ambientales. Para la AFC, este enfoque va más allá del control de plagas, ya que refuerza la sostenibilidad del sector. En Chile, algunas de las prácticas más comunes incluyen la rotación de cultivos, manejo de residuos en suelos, el control biológico mediante enemigos naturales, el uso de repelentes y de trampas de feromonas para monitorear insectos.
Uno de los mayores aportes del MIP es su capacidad para promover la sostenibilidad. Al disminuir la dependencia del uso de productos fitosanitarios, los agricultores logran proteger sus cosechas de manera más respetuosa con el medio ambiente y, al mismo tiempo, generan ahorros en insumos. Por ejemplo, la diversificación de cultivos interrumpe el ciclo de vida de las plagas y promueve la biodiversidad, lo que es esencial para mantener el equilibrio en los ecosistemas agrícolas. Esto resulta especialmente relevante para la AFC, que necesita un entorno saludable para garantizar su producción.
Además, el MIP permite reducir significativamente los costos asociados al uso de productos fitosanitarios, mano de obra y recursos como el agua, lo que resulta crucial para los pequeños agricultores, quienes suelen trabajar con márgenes de ganancia ajustados. Estos ahorros incrementan la rentabilidad y, al mismo tiempo, generan un impacto positivo en las comunidades rurales, al reducir la contaminación del suelo y del agua, mejorando así la calidad de vida en estas áreas.
Por otro lado, el MIP ofrece una estrategia adaptativa frente a los desafíos que plantea el cambio climático. La proliferación de plagas, exacerbada por fenómenos como las sequías y las alteraciones en los patrones de precipitación, representa una amenaza creciente. En este sentido, el MIP no sólo mitiga los efectos de las plagas, sino que también prepara a los agricultores que trabajan en pequeñas superficies para enfrentar condiciones climáticas cada vez más impredecibles, asegurando la continuidad de sus actividades productivas.
El Manejo Integrado de Plagas va mucho más allá de ser una simple técnica de control. Es una estrategia esencial para garantizar la sostenibilidad y resiliencia de la Agricultura Familiar Campesina en Chile. Frente a los retos del cambio climático y la presión creciente de nuevas plagas, adoptar el MIP es crucial para asegurar la productividad de la AFC, mejorar la seguridad alimentaria y proteger el medio ambiente. Al implementar estas prácticas, los agricultores cuidan sus cultivos y, al mismo tiempo, contribuyen activamente a un futuro más sostenible para todos.