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Patricia Roca Ingeniera Agrónoma y enóloga con vasta experiencia en el mercado vitivinícola (26 años), dirigiendo empresas del rubro y trabajando en diversos proyectos de investigación en microbiología enológica y reutilización de desechos de vendimia.
Partió con su tesis y vendimia en Viña Santa Rita, pasando posteriormente por Viña Concha y Toro, Undurraga, hasta llegar a Viña Errázuriz, donde conoció el apasionante mundo de la investigación e innovación enológica. Fue a través de ellos donde conoció a una de sus mentores, la norteamericana Lisa Van the Water – The Bad Wine Lady – (además de Dr. Charles Edwards), quien la introdujo en el mundo de la microbiología enológica, con sus estudios sobre los defectos y contaminantes microbiológicos en el Vino; materia cuyo interés la llevó a explorar en diversos congresos y seminarios en el extranjero.
El 2003 se integró en Chile al entonces proyecto llamado Vinotec, donde descubrió el mundo de la investigación, siendo su gerente general desde 2008 hasta hoy. Actualmente dirige VCL, la empresa que cobija a Vinotec y a la Incubadora de Innovación para el Vino y la Oliva (IIVO) que nació en 2017, y que junto con investigar e innovar en la VI región, colabora activamente con emprendedores del vino.
A través de Vinotec ha liderado varios proyectos exitosos, entre ellos Proyecto FIA denominado “Desarrollo de un Cepario Comercial para la producción de Levaduras y Bacterias Lácticas Autóctonas que permitan potenciar el Terroir, la calidad y la producción orgánica de vinos chilenos” y en CORFO el Proyecto “Desarrollo de productos de alto valor agregado (extractos con bioactivos funcionales) obtenidos desde el orujo de uva”.
Asimismo, gracias al apoyo de don Víctor Costa Barros, Ingeniero Agrónomo enólogo, destacado profesional de la industria vitivinícola, ha participado en grupos de trabajo e investigación de la Organización Internacional de la Vid y el Vino (OIV).
Paralelamente, en 2018 Patricia quiso retomar sus raíces como enóloga, combinando sus dos amores, la enología y la investigación, fundando de esta manera Rockwines con sede en La VI región del Libertador y creando su primer vino experimental llamado Rocksé, que nació sin mayores expectativas, pero que terminó ganando medalla de oro en el Mundial de Vino Rosado en Cannes, Francia, en 2019. Este impulso la llevó a desarrollar nuevos vinos y proyectos de manera colaborativa, como el vino Low, nacido como parte de un proyecto regional de apoyo al emprendimiento (PRAE) con el cual se logró un producto reducido en alcohol (10,5%), sin gluten, vegano y con innovación biológica basada en la utilización de levaduras del viñedo (no saccharomyces). Low fue reconocido como vino revelación en la guía Descorchados 2022 obteniendo 91 puntos.
Finalmente cabe destacar que con el fin de generar siempre una producción limpia y sustentable, se ha preocupado de darle un uso alternativo a los desechos de sus vinos, como los orujos, abasteciendo emprendimientos de esta materia prima para diversos productos, en un foco claro hacia la economía circular, otro de los pilares que ha movido la vida profesional de Patricia Roca.
“Si alguna persona tiene una idea innovadora, ésta no debe quedar guardada en un cajón. Hoy existen muchas herramientas y apoyo para innovar. Es muy importante que las ideas innovadoras vayan bajo un enfoque que apunte a la economía circular”, reflexionó Patricia Roca.
Tatiana González nunca imaginó que habiendo estudiado Técnico en Turismo, terminaría amando el trabajo de la tierra en su parcela de Quillota y destacando con creces en su negocio de producción de semillas llamado Tatiseed con el cual se ha ganado el respeto y gran la admiración de sus trabajadores, todos ellos de diversas localidades de la V Región.
Su padre arrendaba una parcela para cultivar tomates y Tatiana lo ayudaba. Reconoce que hasta ese momento, mediados de los 90, no sabía nada de plantas. Tiempo después y tras una helada en el campo que afectó a los tomates, ella comenzó con la hibridación de pimentón en un cuarto de hectárea del campo, proceso que tuvo rotundo éxito.
Ahí comenzó a germinar un profundo cariño por el trabajo de la tierra. El negocio de la semilla siguió creciendo y Tatiana trabajaba a la par con su personal en los invernaderos y en todo el proceso de producción, en una relación horizontal con su equipo que perdura hasta hoy.
El impulso para levantar su propia empresa llegó luego que la dueña de la parcela, a quien Tatiana le enseñó la hibridación de pimentones, le quitara el terreno. Fue en ese momento cuando compró una parcela y nació, el 2001, lo que ella llama “mi segundo hijo”: Tatiseed.
Su nueva parcela en San Pedro, Quillota, literalmente se integró a su núcleo familiar, sumándose como hijo, junto a Franco y Nicolás. “Siempre digo que tengo tres hijos”, admite.
Ese amor por la parcela y por Tatiseed lo transmitió al grupo humano que la comenzó a acompañar, ofreciendo una preocupación por ellos poca veces vista en las relaciones laborales con los empleadores, al punto de sentirse como una verdadera madre de un equipo mayoritariamente integrado por mujeres (cerca de 200) de diversas localidades, como Limache, Quillota y Calera.
Llegó a tener una peluquería financiada por ella, para que “las niñas” pudieran verse bien y donde ella misma les hacía masajes capilares. “Siempre les digo que no porque trabajen en el campo, van a descuidarse. Les decía: Tienen que quererse y trabajar por ustedes primero y por sus hijos”, explicó Tatiana González.
Siguió adelante con la producción de semillas de tomate y pimentón, y en ocasiones de berenjenas y hortalizas. Implementó nuevas ideas que pudo observar en Europa años antes de fundar Tatiseed respecto del mismo negocio, especialmente en lo relativo a los protocolos de limpieza y prolijidad de la infraestructura, las cuales fueron poco a poco ocupando terreno hasta llegar a tener hoy 6,6 hectáreas de invernaderos y hasta montó un laboratorio para análisis de polen. Todos estos avances la hicieron ganarse gran respeto entre las empresas de la zona.
Tatiana González cuenta que han incorporado algunos elementos orgánicos en sus procesos para poder colaborar con el cuidado del medioambiente, tanto en el trabajo de la tierra como en una primera etapa de las plantas.
Asimismo revela con orgullo como aflora su rol docente con sus trabajadores, enseñándole de manera muy didáctica cada detalle de la hibridación de la flor para lograr obtener las semillas, “tal como aprendí yo, con manzanitas”, recuerda.
Durante un año exportó sus semillas, pero finalmente optó por hacerlo con intermediario a través de la empresa Antufen, que es la que lleva la semilla chilena de Tatiseed a países como España, Francia y Turquía.
“No me he dado cuenta de cómo ha pasado el tiempo y de lo que hemos logrado, ha sido un camino muy hermoso junto a mi grupo humano, muchos de ellos llevan 20 años junto a mí. Por eso siempre les digo que Tatiseed es una familia y es por eso que muchas de las chicas me agradecen porque gracias al trabajo conmigo pudieron sacar a su familia adelante y escuchar eso es emocionante. Algo que siempre les digo a ellas que trabajamos para darle alimento al mundo.Cómo legado, sueño y meta me gustaría en la parcela hacer un jardín-sala cuna para que las niñas pudieran venir a trabajar con la tranquilidad de saber que sus hijos o hijas están bien”, reflexionó Tatiana González.