La implementación de un conjunto de tecnologías aumentaría la producción de alimentos, disminuiría los precios e incrementaría la seguridad alimentaria.
Proyecciones de FAO señalan que la población mundial llegará a 9.000 millones de personas en el año 2050, concentrada principalmente en países de bajos ingresos que ya enfrentan serios desafíos para satisfacer las necesidades básicas, incluyendo el alimento, agua y energía. Lo anterior, unido al cambio climático, podría provocar una disminución en los rendimientos de los cultivos y una consecuente alza en los precios.
¿Cómo enfrentar este desafío?, ¿cómo mejorar la seguridad alimentaria, en cantidad, calidad e inocuidad?, ¿cómo evitar alzas en los precios cuidando los recursos naturales? La respuesta apunta hacia la implementación de nuevas tecnologías, donde es crucial la inversión en investigación y desarrollo para el sector silvoagropecuario.
Existen diversas tecnologías factibles de implementar en los sistemas productivos agrícolas, tales como manejo de fertilización de suelo, agricultura de precisión, cero labranza, captación de agua, riego tecnificado, variedades resistentes al calor y a la sequía, protección de cultivos, entre otras.
La adopción de una sola tecnología no originará grandes cambios, pero la implementación de una combinación de ellas aumentaría la producción de alimentos de manera sustancial, disminuiría los precios de los productos e incrementaría la seguridad alimentaria, incluso bajo condiciones de cambios climáticos, según el estudio “Seguridad alimentaria en un mundo con creciente escasez de recursos naturales”, realizado por el IFPRI (Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias, EEUU), miembro de CGIAR (Consorcio Internacional de Centros de Investigación), cuya labor es aumentar la seguridad alimentaria, reducir la pobreza rural, mejorar la salud y la nutrición humana y asegurar un manejo sostenible de los recursos naturales.
“Se ha visto –enfatiza el documento– que la combinación de la labranza cero con la tolerancia del calor funciona bien para el maíz y la labranza cero con la agricultura de precisión logran altos incrementos en la producción del trigo”.
Respecto de los productos para la protección de los cultivos, entre los beneficios del uso de productos fitosanitarios está el evitar pérdidas de rendimiento en la producción mundial de frutas, vegetales, forrajes y fibras del orden del 30 y 40% por la acción de plagas. Ello se traduce en una mayor producción agrícola con la consecuente reducción de costos para el consumidor final y un mayor acceso a los alimentos por parte de la población mundial.
Cabe mencionar que los productos fitosanitarios son el resultado de un acucioso trabajo científico de laboratorio y de campo, en el que participan científicos de distintas disciplinas. Es un proceso que dura en promedio nueve años de trabajo y que se divide en dos grandes áreas: investigación y desarrollo. Son más de 120 ensayos, estudios y evaluaciones que analizan el comportamiento del producto desde la perspectiva agrícola, ambiental y de salud. Solo una de 159 mil moléculas estudiadas por la industria de la protección de los cultivos pasa satisfactoriamente este exigente proceso y finalmente llega a comercializarse.
De acuerdo con Patricia Villarreal, gerente general de Afipa, “nuestra tarea es sensibilizar y crear conciencia, en conjunto con organismos públicos y privados, a través de capacitaciones y campañas comunicacionales, acerca de la responsabilidad de toda la cadena alimentaria en la obtención de alimentos que cumplan con la demanda creciente a nivel mundial, en cantidad, calidad e inocuidad”.